viernes, 2 de mayo de 2008

Sócrates: sus aportes a la sociedad



La aparición de la filosofía moral en la humanidad fue determinante en el destino de ésta. Sócrates entró en contradicción con la filosofía individualista de los sofistas para ofrecer una teoría de la sociedad como un organismo viviente regulado por leyes.


Gracias a Sócrates existen conceptos y no sólo vagas opiniones. Esto, significó un gran paso para el crecimiento de la ciencia. Gracias a Sócrates hoy, las personas no procuran relativizar la verdad, excepto unos cuantos que preferirían vivir bajo leyes propias.


Este gran filósofo, explicaba que el ethos conducía a determinado comportamiento ante la vida cotidiana, pero al mismo tiempo intentaba explicar el porqué de los mandamientos morales. Un detalle muy característico de la filosofía. Aceptar algo solamente si se conoce el porqué y mejor aún si se conoce el para qué. Lo positivo de esta filosofía de Sócrates es el orden que pretende establecer en la sociedad, pero siempre explicando el porqué de las reglas impuestas para mantener dicho orden.
Hace falta hoy en día reflexionar acerca de la filosofía de Sócrates y empezar a ponerla en práctica.


Nicaragua: un país gobernado platónicamente


Hace siglos atrás antes de Cristo, Platón, uno de los más grandes filósofos de la historia universal escribió una obra llamada La República. En ella exponía una filosofía política que rige a muchos gobernantes en la actualidad. Con la gran diferencia de que es ahora una filosofía amorfa y que sólo reconoce las ideas que le convienen y pueden usarse para conveniencia de unos pocos.


En Nicaragua, ha habido gobernantes platónicos. Nuestra patria sufre del mal de la arbitrariedad de muchos de sus hijos. Y es ahí en donde no coinciden con la filosofía de Platón, pues en ella, es la justicia el valor supremo y la máxima virtud. El problema es el logro de una definición correcta de lo que es justicia. Según Platón, la justicia consiste en “que cada una de las facultades cumpla en el alma y en el individuo con la función que le ha sido asignada”, pero, ¿quién decide la asignación de las funciones? Es en ese momento en donde los gobiernos actúan a su antojo y conveniencia.


Y luego viene la enseñanza que sí gusta de todos los políticos que desean poder: una república vertical y autoritaria. El poder absoluto a través de un “rey filósofo” que debe estar en la cumbre guiado por la “justicia”. ¿Fue Somoza un rey filósofo? ¿lo fue o lo es Daniel Ortega? ¿Es nuestro presidente fiel lector y seguidor de la doctrina del comunismo platónico? A mi parecer Nicaragua ha tenido muchos gobernantes amantes de la filosofía platónica, tomando en cuenta que la gran ventaja que ésta les ofrece, es la capacidad de manipulación del concepto de la justicia.

¿Qué es lo que realmente necesitamos?



Cuando entramos al preescolar, las enseñanzas que recibimos, ¿son las que necesitamos? ¿no se tratan más bien del contexto en el que nos encontramos? Es decir, me parece que si naciste en América Latina, entonces te enseñarán a usar un alfabeto con menos de treinta grafías, mientras que si eres japonés, tu mente se verá obligada a aprender cientos de caracteres.
Entonces, ¿no somos, simplemente, producto de las circunstancias? El estudiante, estudiará lo que él cree que necesita. Pero, si él siente que necesita “algo”, probablemente sea porque de cierta manera, la sociedad ha influido en él para que así lo crea. A mí parecer, entonces, el realmente estudiar, no existe.


José Ortega y Gasset, explica que una ciencia, no es ciencia sino para quien la busca. Si alguien me obliga a aprender, por ejemplo etiqueta, lo realizaré puesto que tengo la capacidad para tal cosa. Pero, realmente, nunca sentí necesidad de ese conocimiento. Al estudiante, se le imponen las ciencias que debe estudiar, junto con la supuesta “necesidad” que debe sentir de aprenderlas.
Mi reflexión entonces, llegó hasta cuestionarme, ¿qué hago estudiando comunicación social? ¿Es algo que, de cierta manera se me impuso? ¿me obligaron a interesarme en esta carrera? ¿existe en mí la verdadera necesidad de aprender esta ciencia? Me contesto: soy lo que “irremediablemente” soy, y “falsamente” necesito estudiar. Es probable, que esa necesidad provenga de diferentes mensajes subconscientes en mi alrededor.


Pero al final, eso no me hace auténtica. Digo que “estudio”, entonces soy falsa. No estoy inventando nada nuevo, ninguna ciencia. Sencillamente, producto de determinado contexto, empiezo a creer que es indispensable que yo estudie cierta carrera. Todas las personas al final son obligadas a saber que, “estudiar” es una necesidad de la humanidad entera para su supervivencia. “Si una generación dejase de estudiar, la humanidad actual en sus nueve décimas partes moriría fulminantemente”.

“¿Vas a quitar vidas por quitar vidas?”



En nuestro país existía desde hace más de 130 años un artículo en el Código Penal que permitía la práctica del aborto terapéutico. Hace unos pocos meses dejó de existir gracias a presiones por parte de gremios religiosos y otros factores que incidieron de manera negativa en la toma de esta decisión. La mayor parte de las y los médicos nicaragüenses están conscientes de que este procedimiento es necesario. El doctor Bosco McNally, un doctor con principios católicos, cuestiona esta figura y propone la existencia de un consejo de médicos que se encarguen de evaluar cada caso.


Usted es médico. La gente cree que ustedes por ser doctores tienen un punto de vista más critico sobre temas que entran en conflicto con la moral y la ciencia.


No necesariamente. No quiere decir que seas eminentemente científico, también podés tener formación moral y católica.

¿Cree usted que fue acertada la decisión de haber penalizado el aborto terapéutico en el país?


Es dual. Porque hay gente que aprovecha la existencia de esa figura para cometer otro tipo de aborto. Se podría valorar cada caso. Pero cuando alguien no usa un anticonceptivo, y considera el embarazo como un estorbo, entonces ya no estoy de acuerdo.

Pero entonces, ¿es o no bueno que el aborto terapéutico se haya eliminado?


Para mí es bueno, pero siempre puede existir un consejo de médicos que determine cuando sea necesario y que hayan cláusulas para saber que casos tomar en cuenta. No podemos decir: el aborto terapéutico aceptado y tirarlo a nivel nacional. La gente aprovecha ¿Vas a quitar vidas por quitar vidas?

¿Qué hay del derecho de las mujeres de decidir sobre su cuerpo. Es o no lícito científicamente?


Vos podés decidir sobre tu cuerpo, pero sin perjudicar a las demás personas. En esta situación hay una vida humana de por medio.

Se supone que vivimos en un estado laico, ¿Por qué sería correcto que las leyes se rijan por principios religiosos que no todos compartimos?


Cierto que somos laicos. Pero casi todos somos católicos y nadie quiere llegar al mismo límite de la muerte. Si lo querés ver desde el punto de vista moral, tenés que respetar.

Pero hay personas que no tienen creencias religiosas, que su moral es distinta.


Bueno entonces que la ley los juzgue, porque existen maneras de planificar. Debería ser prohibido quitar cualquier vida. Es un asesinato de cualquier manera.


En la ley no está contemplado así


Entonces hay que meterlo.

Pero en el aborto terapéutico está de por medio otra vida. Hay casos en que es totalmente necesario. Y la figura del aborto terapéutico ya no está.
Hay que valorar, que sea institucionalizado, no dejarlo en lo privado, que esté el consejo de médicos, inclusive que un sacerdote de por medio si querés. Deberían haber cláusulas para determinar.


Pero la ley no debería ofrecer espacios?
No, porque estamos aceptando la muerte. No podés permitir el asesinato. Debería haber una mejor educación en la niñez. Decirles que no se puede abortar, habría que hacer énfasis en esas mujeres que quieren abortar y que no tuvieron buena preparación moral.


Lo moral es relativo


Pero se les debería inculcar, y no es lavado de cerebro, es un buen hábito.


Eso es desde su punto de vista.


Hay que inculcarles, y si aún así quieren abortar, entonces tiene que ser prohibido; a menos que haya una causa legítima y con consentimiento de un consejo médico y si se puede religioso.

¿Es correcto que hubiera un consejo religioso para determinar un aborto terapéutico?
No necesariamente, entre los médicos se puede determinar. Sólo que fuera un caso muy relevante, como el caso de la niña “Rosa”.


E s c r i b i r m e n t i r a s



Escribir mentiras verdaderas es escribir literatura de calidad. Eso es lo que nos intenta explicar Sergio Ramírez en los seis capítulos de esta su obra. Todos los escritos son provenientes en su mayoría de comparecencias en cátedras y cursos. La temática que aborda Ramírez es la del oficio literario. Y lo hace muy bien al ilustrar cada uno de sus ejemplos con obras de gran magnitud tales como La Odisea, el testamento de Juan, El Quijote de la Mancha, entre otros.“Aunque las historias sean insólitas, al final resultan creíbles porque son mentiras con vida propia”. Quizá esta es una de las frases con más significado. Aquí se siente el eje de la tesis que Ramírez plantea. Para ser escritor hay que saber mentir con gracia, aplomo y coherencia. Llevar la mentira a su máximo nivel de credibilidad. El autor debe ser parte del relato. Debe sentir que su versión de los hechos es la real.


La lectura de este texto debe ser de suma importancia para todos aquellos que sueñan con crear un best- seller. Y es que su autor nos lleva a entender de una manera agradable y sencilla los secretos que existen detrás de las grandes obras. Habrá momentos en la lectura de este libro, en que no querrá perder el hilo; pues se siente esa conexión entre cada uno de los puntos tratados. Sin duda también querrá intentar escribir una obra literaria en cinco días y creyendo que es perfecta porque siguió todos los consejos que Ramírez plantea, también la enviará a una casa editora para que la publiquen. Y con esto me refiero, a que la obra deja un sabor de aprendizaje con haberla tan solo haberla leído una vez.


Las reflexiones trazadas por Sergio son tan precisas y contundentes que al lector no le cabrá la menor duda de que si las llegase a poner en práctica le funcionarían de maravilla. La agilidad del texto junto con el estilo sencillo y lenguaje accesible ayudan a un mejor aprovechamiento del libro. Ramírez nos describe el rito de la imaginación compartida. Nos deja en claro que el libro es la puerta de esa imaginación y que los autores deben mantener la calidad de material de que están hechas esas puertas. En lo personal, percibí la obra como un material provechoso. Nos trata de dar el empujoncito de confianza para que nos aventuremos, algún día, a ser los creadores de esas puertas.

Marx: Socialización de los medios de producción = Liberación



Me resulta demasiado curioso, el hecho de que la teoría de Marx haya llegado a tal punto de deformación en la actualidad, que ya es irreconocible. Las concepciones y finalidades que Marx proponía son parte, desgraciadamente omitidas, de las supuestas “ideologías” que protagonizan nuestra historia nacional.
Marx no fue entendido en su época, ni lo es ahora. Los mal llamados marxistas actuales, son sólo bufones que se llenan la boca de discursos ilógicos, incoherentes y sin ideas concretas y racionales.
La liberación integral del ser humano que Marx propone, no es prioridad de los políticos que creen practicar socialismo. Las soluciones que se plantean en la lucha contra la pobreza, son tan pobres o peor que nuestra patria. ¿Por qué nadie entiende las prioridades de Marx? ¿O es que acaso se trata de una simple abstracción utópica?


¿Cómo podemos hablar de socialismo en países en donde las maquilas esclavizan los sectores más vulnerables de la nación? ¿Qué clase de presidente socialista tenemos, que permite que los trabajadores sean enajenados, maltratados e ignorados? Y en medio de todo este análisis y esta crítica abierta y directa para nuestro gobierno, hay algo aún más grave: la culpa, no es sólo de ellos, los explotadores. La culpa comienza desde el momento en que el trabajo no funciona como fuente de dignificación de la persona, sino como un mal necesario para la subsistencia.


Me gusta creer que en el fondo aún existe gente preocupada por más que producir dinero. Marx nos enseña que esa no es la razón de ser del ser humano. Es un medio para su satisfacción, pero no la satisfacción misma. Me gusta pensar que cuando Marx creo sus teorías económicas no estaba simplemente pensando en el beneficio monetario de las masas, sino en su libertad plena.
La utopía del paraíso. El encanto de la irrealidad. La canción jamás cantada. El sueño nunca realizado. ¿Hasta cuándo?

Uno más uno



- ¡Yo no ando cincuenta pesos! – dice la chavala de pinta rockera: camisa negra, ojos delineados del mismo color y faja de puntas metálicas. – Vale verga, yo te invito, lo importante es que entremos. ¡Este concierto de electrónica va a estar tripeadísimo!- le contesta, al parecer, su novio; quien luce una vestimenta similar. Al fin pagan con un billete de cien y pasan. Me toca pagar la entrada, la noche está fría y lluviosa. En el bar ya no hay mesas disponibles, el sitio está atiborrado de jóvenes. Me siento en la barra y preparo mi oído para lo que, según Pablo César, será “música de otro nivel”.


Un DJ más otro DJ es igual a dos estilos que se fusionan, para al final, ofrecer la esencia de cada uno y transmitirle al público, a través de sonidos, emociones. O al menos eso es lo que siente el Disc Jockey, revelación electrónica del año, Pablo César, sobre los conciertos que ofrece en bares capitalinos junto con DJ Revuelta Sonora.


“Estoy impresionado de cómo ha surgido un rave nacional”, comenta Pablo César. La chavala rockera, conversa con su acompañante sobre la canción que suena: “es la voz del majestuoso Cerati acompañado de la Echeverri en una de las mejores canciones hechas en unplugged sobre una ciudad furiosa”. Luego, empiezan a poner electrónica, los asistentes parecen inyectados de adrenalina. La rockera deja la cerveza en la mesa y se levanta de su asiento para empezar a moverse, junto a su acompañante, al compás de la euforia del sonido.


Según Pablo, el movimiento de la electrónica en el país viene fuerte. La gente sigue entrando. Expresiones apáticas, otras más sociables, uno que otro con ojos rojos y miradas perdidas. El vapor de la recién pasada brisa se combina con el olor de los perfumes de moda, de cerveza y ron, de cigarros suaves, rojos, mentolados y de otros tipos. “Los programas de televisión y las radios se han dado a la tarea de educar el oído de la gente”. Al parecer, ya no se asocia tanto este género con la locura, las drogas o la vagancia. Las personas han aprendido a valorar más la onda electrónica.


Aún en la barra, sigo observando a la rockera. Alrededor de ella hay extranjeros con guayaberas a lo hippie , hay gente “normal”, hay más “rockeritos” y algunos “punkeritos”. El lugar se convierte en un cóctel de formas de vida en una diminuta licuadora .


Comienza Pablo César a mezclar. Un muchacho de veintitantos años, vestido algo conservador, complexión robusta y facciones duras, soso al vestir. No tiene el look de estrella de música. Los sonidos ácidos y “tripeados” del electrohouse empiezan a sonar. De fondo, se siente el beat encendido del tech house. Ya no sólo la rockera baila. Varias de las sillas de repente están desocupadas pues sus usuarios están “bailando”. Cabezas agitándose de un lado al otro, brazos hiperactivos y pies descontrolados.


Después de dos horas de ritmos contagiosos y dinámicos, aparece en escena Revuelta Sonora. Con pinta de bohemio y un afro muy a lo Jimmy Hendrix, empieza a sacar sonidos de break beat. La música se siente más chillin. Los espectadores ya no se dedican a mover sus cuerpos. Ahora es su oído el que se prende con música un tanto más sonora. La magia de las melodías armónicas y melancólicas combinadas con un bajo “alucinante”, parece transportar a cada uno de los asistentes a otro nivel de escucha.


La rockera sigue disfrutando del concierto. Sus ojos siguen los movimientos de los DJs, las luces que juegan y bailan al compás del sonido y la gente que se “conecta” y asimila la música de diferentes maneras. Después de todo, Pablo César tenía razón. La electrónica hizo que la rockera y muchos de los presentes se transportaran a “otro nivel”.


Sentada en la parada


Sentada en la parada de buses de la UCA, miro a la gente. Viene y va, sube y baja. El asiento metálico está caliente. A mi lado está una muchacha que aparenta menos de veinte años, hace poco armó su champita para dedicarse a vender alguna que otra chuchería. Tiene en un canasto, bolsitas de mango de venta. Las moscas pasean alrededor de ellas.

Veo estudiantes, vendedores, panzas protuberantes de ambos sexos y chinelas de todos los colores. Llega la ciento veinte, espera tres minutos. El sol quema y la gente camina sofocada por el bochorno del mediodía. Se detiene la ciento cinco, viene a paso de tortuga. Espera pasajeros. A esta hora las ganancias probablemente no son muchas.

El interlocal viene a toda velocidad como de costumbre. Pero adelante, un taxi amarillo se parquea y permanece un largo rato obstruyendo el tráfico, esperando a algún posible pasajero que tenga más de 2.50. Un chavalo que va montado en la ciento tres saca la cabeza para escupir. Después se mete a la boca una bolsita de agua “purificada”.
- ¡Granada! ¡Masaya!-grita el cobrador, pero el letrero del microbús dice Jinotepe. Un flaco vende agua helada de camisa verde ya desteñida, le silba a una muchacha que camina contoneando sus anchas caderas que se esconden bajo la tela de su jeans apretado combinado con una camisa celeste cortita que deja ver un poco de sus pequeños pechos y de su abultado abdomen.

Extrañamente, el tiempo que he pasado sentada aquí, la mayoría de la gente que viene y va deposita la basura en un recipiente.
- ¿Cuánto cuesta el mango muchacha?-, pregunta una gordita con cierta desesperación.
- ¡Tres córdobas, amor!-.
- ¡Pasame la cartera Fabio!-. Le dice al muchacho, también gordo, que la acompaña.
Escoge una bolsa, seguramente de las mosqueadas y le echa un poco de sal, que gracias al polvo y a las incontables manos que la tocan se ha puesto color café. Pide dos bolsas de agua helada y dos paquetes de galleta. Ya tiene lista la merienda que disfrutará durante el trayecto en transporte colectivo.

Pasan dos estudiantes con ropas “rockeras”, hablan sobre la hora en que se verán más tarde para estudiar. Corre un viejito flaco y de rostro curtido, con dos enormes canastos, se le caen, los levanta rápido, ¡la ruta ya se va! ¡Lo deja! El reggaeton suena en la acera opuesta, la estación de buses interlocales usa el ruido como estrategia publicitaria para atraer pasajeros.

Mientras tanto la muchacha se dedica a pelar más mangos para luego meterlos en bolsitas y venderlos a tres pesos. Llega la ciento catorce y me monto, mañana seguro habrá más que ver.


Voluntario de guerra, aún en lucha



A comienzos de los años 80, muchos jóvenes se escondían. No iban a las fiestas ni discotecas, no salían de sus casas, se iban del país en la primera oportunidad. Vivían con la zozobra de ser capturados para prestar el servicio militar obligatorio. Pero Javier Cortés Estrada no era uno de ellos. Más bien fue de los que se enroló en las filas del Ejército Popular Sandinista y sufrió las heridas de la guerra incluso antes de que hicieran el primer llamado a nivel nacional. “Yo me enlisté porque lo consideré necesario. Me fui voluntario aunque no tenía la edad. Tenía 16 años y una novia muy bonita. Era un chavalo como cualquier otro. Pero me fui por mis convicciones”.



Una muchacha todavía en pijamas abre la puerta de hierro de una de las 26 casas de la colonia Eche Guevara. En la sala hay un escritorio de metal ya corroído, y encima un monitor de computadora aparentemente inservible. Hay también unas sillas plásticas verdes y una grabadora que suena canciones románticas de moda.


Don Javier Cortés Estrada, de 40 años, vive en esta casa que consiguió con la ayuda de la Organización Revolucionaria de Discapacitados de Guerra (ORD), luego de que tres charneles, que recibió en el frente de guerra allá por Quilalí, lo dejaran lisiado de por vida. “Vivo feliz aquí en mi casa. Vivimos mi hermano, su esposa e hijos, mi pareja y yo”.
Cuando don Javier habla de su vida, del pasado y del presente, lo hace con total normalidad. No se mira en su rostro esa expresión de desesperanza y abatimiento que muchos lisiados – y también no lisiados- tienen. Todo lo contrario, cuenta su historia como una novela con un final un tanto radiante. Eso sí, también subraya que “para llegar hasta aquí he tenido que caminar un montón”.


Este hombre delgado, moreno y hablantín fue de los “jóvenes sin juventud” como él mismo lo dice. La voluntad de ir a combatir a la guerra nació desde años antes del triunfo de la Revolución. Teniendo solamente doce años, Javier notaba las extrañas desapariciones de jóvenes que eran llevados por la Guardia, cuyo único delito era tener el pelo largo o llevar algún raspón que probablemente se habían hecho jugando fútbol. “La Guardia agarraba a todos los muchachos que viera sospechosos, por cualquier cosita ellos te llevaban a matar. Todas esas cosas te ponen a pensar”.


La radio grabadora sigue encendida, don Javier habla sentado en una silla de ruedas especial para practicar deportes. De repente aparece en la sala un perro de esos “comecuandohay” que persigue a una raquítica gallina. También marcó mucho su forma de pensar, un tío con el que compartía su casa. “Mi tío andaba metido en el sandinismo. Me hablaba mucho de la necesidad de derrocar a Somoza para que Nicaragua fuera libre”.
Luego vino el triunfo de la Revolución. Pero al poco rato una guerra civil se avecinaba. Ese episodio de la historia que más de once mil nicaragüenses discapacitados no pueden olvidar. “Cuando la situación se pone difícil luego del triunfo, yo no quería que las cosas volvieran a lo mismo. No quería que otra vez la guardia se llevara a jóvenes. Entonces había que luchar.”
En estos años, a la juventud le tocó una carga muy pesada de la crisis política y militar. Muchos como Javier se dejaron llevar por un idealismo de heroicidad. Hoy, probablemente ese heroísmo sea juzgado como falta de realismo. “Mis papás estaban en contra de que mis hermanos y yo nos fuéramos, pero nos dieron la libertad de decidir.”



En 1983, cuando tenía 16 años, Cortés Estrada se enlistó en el Batallón 20-05 en Tipitapa. Ahí aprendió lo básico de artillería militar. También aprendió el oficio de zapador (soldado experto en hacer trincheras). Luego lo trasladan a Linda Vista al Batallón 38-83. El escuadrón es movilizado a la 1era región en la zona de Quilalí y Jalapa. Desde que llegó, Javier estuvo en el frente de guerra.



Mientras el perro “comecuandohay” juega alrededor de la silla de su amo, éste reflexiona: “Éramos un grupo de 9 ó 10 jóvenes. Todos nos hicimos amigos, pero nunca, ninguno de nosotros se imaginaba que podíamos quedar lisiados de por vida. Crees que te podés morir, pero no quedar así.” En Nicaragua, hay una gran cantidad de personas que quedaron en sillas de ruedas, por lo que conforman un grupo importante de la población que reclama su lugar en la sociedad.
Un día de tantos el pelotón de Cortés se dedicó a hacer fiesta. Todos empezaron a tomar licor. En ese entonces él no tomaba, era el encargado, junto con otros dos que tampoco lo hacían, de comprar el alcohol necesario para seguir parrandeando. “Uno de los que estaba tomando tenía problemas de psicosis, antes del triunfo había andado en la guerra. Cuando estaba bolo creía que estaba la Guardia y se ponía nervioso. De repente empezó a disparar, de dicha nadie salió herido. Pero los superiores se dieron cuenta del alboroto entonces se arrechan y de castigo nos mandan en un camión a Quilalí. El general ordena que nuestro grupo vaya al frente, justo donde está la Contra. Esa era la sanción.”



En ese momento la contra se reagrupaba, el Ejército Sandinista necesitaba unir fuerzas. Distribuyen, formando un anillo, a todos los soldados disponibles en grupos de cien para acorralar a las fuerzas contrarias. Ahí se encontraba Cortés, cuando la Contra se sofoca y empieza a lanzar morteros. “Esos morteros no son como los de ahora. Eran muchísimo más potentes. Llevaban pedazos de charneles, hierro, de todo...”. Uno de esos morteros cayó lo suficientemente cerca como para que impactaran en él tres charneles. Uno en el tobillo, otro en el costado y un último en la columna. “Me caí, me di contra una piedra y me quebré un diente. Un amigo, para salvarme se tiro encima de mí para evitar que me dispararan. El charnel que me pegó en la costilla, me lesionó el riñón derecho y el hígado”.



Una mujer de unos 30 años pasa desfilando por la pequeña sala de piso descolorado y lodoso, tropieza con el escritorio sarroso. La mujer camina apoyada de unas muletas. No tiene una pierna. Es la pareja actual de don Javier. “Al inició de mi recuperación me costó entablar relaciones sentimentales, pero ahora estoy happy. Tengo mi mujer, he tenido varias. Tengo también una hija de diecisiete años, de una relación pasada”.


Pero hace 24 años don Javier no estaba “happy”. Cuando se vio herido de gravedad, no tenía esperanzas de sobrevivir. “Al verme herido, mis amigos me sacaron. Yo no quería, yo quería que siguieran peleando y ahí me dejaran”. Sus compañeros lo trasladan hasta un centro de salud donde lo atienden unos paramédicos estudiantes de medicina. Sangraba internamente, por lo que el líquido se alojaba en el pulmón. Era urgente que lo operaran para poner a funcionar el otro órgano y así pudiera respirar. A los seis días, de casualidad, llega una avioneta a dejar provisiones, entonces aprovechan mandarlo a Managua. Lo trasladan al Hospital Militar, donde lo ponen en cuidados intensivos. Le practican una traqueotomía exploratoria. “Mi papá llegó a verme. Mi mama me tenía que ver por una ventanita porque no dejaban entrar a nadie.” Por supuesta negligencia médica, le dejan de poner oxígeno. Se agrava, se ve al borde de la muerte. Los doctores le hacen una perforación en el pecho para que pueda respirar.


Con el tiempo se recupera un poco. Todavía se encuentra débil porque desde que estaba “en la guerra no comíamos. Por allá que una naranjita.....”. Se percata de que no siente los pies. El charnel que le impactó en la columna le provocó una desviación lo que a su vez le produjo una compresión que le afectó la médula.


- Me tenían que hacer otra cirugía para componer la columna. Me mandaron a otra clínica donde me daban mejor comida. Pero me vieron mejora y me mandaron a rehabilitación -. En ese momento, don Javier se convence de la seriedad de su problema. ­-¿Para que puta quiero vivir hecho mierda?, decía yo. Me traté de matar, me tiré a un cauce que había cerca de la clínica de rehabilitación, pero un enfermero me sacó”-.


La psicóloga Wendy Bellanger expresa que es necesario que los discapacitados de guerra pasen por un período de terapias porque generalmente sufren de estados mentales depresivos. El aspecto psicológico, el apoyo familiar y la seguridad económica son fundamentales para que el discapacitado pueda lanzarse a su nueva realidad.
- Cuando quedas lisiado tenés unas consecuencias psicológicas bien grandes. Te ponés a pensar: ¿y la novia? ¿y la bailadera?” - cuenta don Javier. - Iba a ser carga de mis viejos. Pensás que ya nada de novia, que cual estudio. Tu vida cambia. Me iba a quedar acostado en una cama de por vida-.


Recuerda también que al comienzo no le gustaba andar por las calles en silla de ruedas. Cuando estaba en las paradas de buses la gente le daba limosnas. - A veces viejitos más necesitados que yo, me daban. Eso me desbarataba emocionalmente. Si se las aceptaba me sentía mal, y si no se las aceptaba decían que era malagradecido-; cuenta, ahora divertido.
El perro sigue jugueteando entre las piernas inmóviles de su amo. Éste sigue hablando, ignora la presencia del can que muerde su pantalón alicrado color negro. “Hice terapias psicológicas. Me dieron de alta, salí con bastón. Pero para mí, un bastón era peor que una silla de ruedas. Me quisieron poner aparatos ortopédicos, pero no me gustó. Parece caballo de coche uno. No quise los aparatos porque los músculos no trabajan. Yo quería recuperarme por mi cuenta”.


Actualmente el costo de una silla de ruedas de las normales cuesta unos 500 dólares. Las especiales andan entre $3,500 y $5,000 dólares. Don Javier cuenta con tres de las especiales, que ha conseguido gracias al centro de Capacitación a Discapacitados de Centroamérica (CADISCA). Este organismo convierte en técnicos a las personas que usan sillas de ruedas, también su labor está en lograr que cada uno de sus miembros logre reinsertarse en la sociedad y hacer una vida normal.
“Soy muy afortunado porque cuando entre a la clínica de rehabilitación me di cuenta de que había personas con situaciones peores que la mía. La vida no se acaba, es cierto que tenés limitantes, pero todo mundo las tiene. Si no son físicas, son mentales”. Luego de un período, sale del centro. Se lanza de nuevo a la sociedad, a la lucha. A los seis meses lo llaman para ser dirigente de la ORD. Lo ubican de coordinador de la parte deportiva.



A don Javier le gustan mucho los deportes. Representó a Nicaragua en un maratón de discapacitados en México. Practica todos los martes y jueves básquetbol en una cancha que se encuentra justo en frente de su casa. “Yo soy uno de los cinco instructores que hay en el país con título de manejo de sillas de ruedas”.
Don Javier Cortés, el año pasado, en una de las competencias de básquetbol
Pero al salir a las calles, se da cuenta de las limitantes que hay en una ciudad como Managua, que crece en desorden y en donde nunca se toman en cuenta las necesidades de los discapacitados, que transitan en la ciudad como en un nuevo campo de batalla. “En un centro de salud, ¡Sólo hay escaleras! ¿Cómo vamos a subir esas gradas los lisiados, los viejitos, las embarazadas?”.
Javier también habla del poco apoyo que han tenido los lesionados de guerra de parte de los gobiernos anteriores. “Vimos que no tienen voluntad de ayudarnos porque nos cerraron los centros de ayuda. Ahorita suscribimos convenios con el actual presidente.”



Cortés sigue siendo sandinista. - Soy sandinista danielista, militante del FSLN y he sido fiscal de mi partido en todas las elecciones que han habido- cuenta. Del total de discapacitados de guerra en el país, se calcula que un 65% combatió en las filas sandinistas.
Al preguntarle a don Javier sobre su manutención económica, dice que el INSS le pasa C$ 1,500 córdobas. Esta cifra es relativamente alta si se compara con otras pensiones de lisiados quienes reciben entre C$100 y C$ 380 córdobas. “Me mantengo con las promotorías sociales que hago, con pequeños proyectos”. Trabaja temporalmente con la Asociación de Discapacitados Físicos de Nicaragua (ADIFIN) como promotor de crédito.


“Todas estas cosas me llenan de satisfacción, porque siento que estoy aportando para el futuro. Trabajo por mi cuenta. Di charlas de autoestima, de auto cuido. Aquí tengo los folletos”. Mientras dice esto saca de una de las gavetas del escritorio viejo unos cuadernos encolochados que muestra con orgullo.


- ¿No se arrepiente de haber ido a la guerra?-.
No me arrepiento de haber ido a la guerra-.
¿Valió la pena haber quedado lisiado?-.
Al final, yo creo que si valió la pena la guerra, porque ahora tenemos leyes que respetar, no como antes que mataban a cualquiera a la hora que fuera.
El perro se cansa de morder el pantalón de don Javier y se va de la sala. La música sigue sonando de fondo. Don Javier concluye reflexionando, con una sonrisa de satisfacción, que “talvez no alcanzamos los objetivos que queríamos, pero al fin logramos algo....”.